domingo, 30 de septiembre de 2012

Una estrofa para ti

[Escrito realizado por Rafael Salazar Prieto]

Ocurrió en los pasillos de un congreso. Mi amigo se encontraba platicando con ella mientras se tomaban un vaso de vino tinto. Al comienzo me acerqué por mi amigo, pero cuando me fijé en ella, me pareció realmente atractiva. Su cabello era negro, largo y lacio; sus ojos grandes, oscuros y un poco rasgados; delgada, de piel morena y de aproximadamente 170 cm. de estatura.

Llegué saludando a mi amigo y entrando en la conversación que tenían, como era de otro lado, giraba en torno de las cosas que hacía por allá. Cuando la escuché, me pareció su voz melodiosa, ya que su tono de voz era diferente por ser de otra parte. En pocas palabras, me pareció toda una belleza exótica.

Estuvimos platicando y tomando un rato, hasta que un profesor nos invitó a un bar. Ya que salíamos del congreso, le puse el brazo por encima del hombro y le pregunté:

Yo: ¿No hay problema si te abrazo?

Ella: … (Silencio)

No me comentó nada, como que no se lo esperaba. Pero no tardé mucho en notar el efecto, porque en un momento después, mi amigo me dice:

Mi amigo: Mira a esas chicas, ¡están preciosas!

Ella: Que les hable él (refiriéndose a mí).

Llegando al bar, me senté entre mi amigo y ella. Platicando con ella me acordé de una estrofa que había escrito en una noche de delirio, que se ajustaba perfectamente a la situación, y le dije:

Yo: Me estoy acordando de una estrofa que escribí, que por cierto, se ajusta a la ocasión.

Ella: A ver, dímela.

Yo:

"Tu dulce y suave boca
empapada en tinto vino;
el aroma de tus labios es tan fino
que al que lo percibe le provoca
unas ansias de galán o de asesino,
extraña sensación de afán divino
que entra en pecho y alma toca."

En el momento no pasó gran cosa. Pero después del bar, seguimos tomando mi amigo y yo en el departamento que estaba rentando ella. Seguimos platicando hasta deshoras de la madrugada y todo estaba aparentemente tranquilo, pero a mi amigo le dieron ganas de ir al baño, y nos quedamos solos, ella y yo. Me encontraba sentado y cruzado de piernas junto a su cama mientras que ella se servía un poco de vino tinto, y en eso, me pregunta:

Ella: ¿Te sirvo?

Yo: No, gracias, estoy esperando a que amanezca para irme.

Ella: ¿Te puedo hacer una pregunta?

Yo: ¡Claro que sí! Dime.

Ella: ¿Te puedo dar un beso?

Yo: Bueno, está bien.

Se sentó en mis piernas y comenzó a besar mis labios, y… Lo demás se los dejo a la imaginación.

1 comentario:

  1. Buena mi imaginación me dice, que salió tu amigo del baño y los cachos en plena unión de ombligos, aunque también se pudo haber quedado dormido en el baño ¿no? Saludos

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