miércoles, 28 de diciembre de 2011

San Agustín y el destino

[Escrito realizado por Rafael Salazar Prieto]

Introducción

En este modesto ensayo, pretendo tratar el problema del destino en san Agustín y posteriormente, relacionarlo con dos posturas, la de Leibniz, en su escrito de juventud La profesión de fe del filósofo, y la de Schopenhauer, para poder determinar si hay destino o no en san Agustín.

1-    San Agustín y su ambigua postura

San Agustín retoma ideas de los platónicos y como es sabido, les da un sesgo cristiano. Partiendo de la idea de un solo Dios, construye su postura ante el destino.

Tomando en cuenta que san Agustín parte de las ideas platónicas, quisiera hacer un contraste con un par de citas de Platón en boca de Sócrates, para de ahí partir rumbo a la postura de san Agustín. La primera cita dice: “Pasaremos felizmente el río Leteo y libraremos nuestra alma de toda mancha. Por tanto, si quieres creerme, convencidos de que nuestra alma es inmortal y de que, por su naturaleza, es capaz así de todos los bienes como de todos los males, seguiremos siempre por el camino que lleva a lo alto, y nos dedicaremos con todas nuestras fuerzas a la práctica de la justicia y la sabiduría”. (Platón, Diálogos, Porrúa, México, Libro 13B, p. 245).

Con estas palabras Sócrates advierte sobre el alma inmortal que reencarna, pero antes de tomar su cuerpo, cruza por las aguas del leteo y olvida todo. Esto lo limpia de toda mancha, y aunque su naturaleza puede tender por igual al bien como al mal, le permite actuar con justicia y sabiduría.

Lo anterior lo menciona al final de La República, y podríamos decir, que deja al hombre que –independientemente de sus vidas pasadas– pueda elegir libremente y forjar su destino. Pero, si ahora citamos lo que dice en el Fedón, las cosas cambian. “Pero ¿qué pensáis de lo que os he dicho de que aprender no es más que recordar, y por consiguiente, que es necesario que nuestra alma haya existido en alguna parte antes de haberse unido al cuerpo?”  (Platón, Diálogos, Porrúa, México, Libro 13A, p. 578).

Ese recordar suena algo contradictorio si tomamos en cuenta que antes de entrar al cuerpo, el alma pasó por las aguas del Leteo y olvidó todo, lo que a su vez le dio la posibilidad de hacer un cambio en esta vida. Recordar sería en este caso, volver a lo mismo y por lo tanto, quedaría predestinado.

A san Agustín le pasa algo parecido, incluso cuando menciona en La ciudad de Dios la expresión “¡Qué prudente deliberación fue encomendar la conservación de roma a los dioses troyanos, después de haber visto por experiencia lo que pasó con Troya!”  (San Agustín, La ciudad de Dios, Porrúa, México, p. 68) argumentando que la caída del imperio romano se debió al hecho de adorar dioses caídos.

De entrada, aquí san Agustín alude a una predestinación por medio de la elección de sus dioses. Por lo menos en este caso, el imperio romano causó su destino por una mala elección, pero no es un destino en el sentido estricto de la palabra. No por lo menos en el sentido de ser impuesto y necesario, y no elegido y provocado... (ir al documento completo)

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Reflexiones en torno a la ciencia y el hombre

[Escrito realizado por Israel Morales Rosado]

JUSTIFICACION Y OBJETIVO DEL TRABAJO

En el presente trabajo reflexionaremos en torno a la actividad científica y su relación e implicaciones en la vida del ser humano. La guía será trazada por el pensamiento del filósofo español Alfonso López Quintás, es pues, en base a sus dudas, comentarios y reflexiones que este trabajo tomará material, para hacerlo de nuestra propia reflexión. No sin antes aclarar que se trató de hacer de este trabajo, un trabajo ameno y sintetizado, para no extenderse demasiado y no despertar tedio, además, para obligarme con mucho esfuerzo a fortalecer el trabajo mental y el trabajo de redacción, y así, plasmar ideas, claras, sencillas y breves.

LA DEMANDA DE LA EPISTEMOLOGIA

Al día de hoy, el concepto de epistemología aun no tiene una definición clara y por lo tanto, una aplicación concreta para su utilización. (Remito para mayor información, a la introducción de mi trabajo “Kant y el génesis epistemológico” para aclarar esto). Como este no es el lugar para extenderse minuciosamente, me obligaré a dar nociones simples y concretas para entender mejor su aplicación en el presente trabajo. Así, tomando las reflexiones que Mario Bunge hace al respecto, se intenta definir epistemología en base a sus diferentes usos o aplicaciones que pueden tener siempre en referencia a la relación entre la Filosofía y la ciencia. Así por ejemplo, se dirá que la epistemología es, Filosofía de la ciencia, filosofía para la ciencia o filosofía con la ciencia, etc.[1]

Filosofía y ciencia, son pues, dos actividades propiamente humanas y con fines muy similares, de aquí la exigencia pues, en su complementación para un completo trabajo y realización, de lo contrario, cito a Bunge, “Quien filosofa contra la ciencia o al margen de ella, imita a los escolásticos que rehusaban a mirar por el anteojo astronómico de Galileo”.[2]

Un punto importante que toca la epistemología, es la reflexión en torno a las implicaciones que tendrán las investigaciones científicas y sus consecuencias, es decir, ya no se hace ciencia porque sí, desenfrenadamente, sino que, al contrario de esto, antes de hacerse ciencia debe haber un porqué para su realización, estos porqués, son pues, las implicaciones éticas y repercusiones espirituales y materiales en la vida del hombre, es pues, con estas reflexiones con las que nos quedamos por el momento.

LAS REFLEXIONES DEL DOCTOR LÓPEZ QUINTÁS

En una conferencia que dio el doctor López Quintás llamada “Liderazgo y Valores”[3], abre su platica, citando al físico alemán Albert Einstein, que dice lo siguiente: “La fuerza desencadenada del átomo, lo ha cambiado todo, excepto únicamente, nuestra forma de pensar”, así pues, se pregunta el doctor, si es que nuestra forma de pensar hasta el momento era la incorrecta, o, porqué tenemos que cambiar nuestra manera de pensar, es que acaso, ¿habíamos estado pensando mal? Lo asalta la duda contando que en su formación académica tuvo por profesores varios grandes científicos del siglo XIX, y todos a su manera reflexionaban en torno a sus descubrimientos científicos, al grado de que muchos de ellos entrando en crisis, llegaban al punto de desear la muerte por las implicaciones que sus descubrimientos habían tenido en la vida humana, mas claramente, al saber que sus investigaciones, conclusiones y descubrimientos estaban al servicio del poder y usadas para la guerra y la destrucción.

Aquí se pueden ver pues, las reflexiones epistemológicas y la aplicación de una de sus definiciones, es decir “filosofía en la ciencia”, apoyando a esto, el Doctor López Quintás cita al pensador italiano, Romano Guardini[4], y, en sintonía de esto mismo, dice el maestro Guardini:

“el hombre de la hora moderna, consiguió paulatinamente un poder inmenso sobre la realidad, pero no se preocupo de adquirir correlativamente un poder sobre el poder de que dispone”... (ir al documento completo)


[1] Bunge, Mario. La ciencia. Su filosofía y su método.
[2] Ibíd. Pág. 64
[3] De la conferencia magistral del  Dr. Alfonso López Quintás. Profesor de la Universidad
Complutense de Madrid, ofrecida en  ITESM, campus Monterrey, con motivo del 50
aniversario de su fundación, septiembre de 1993.
[4] Autor, académico, sacerdote católico y teólogo italiano

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Querida Paulina Peña Pretelini

martes 6 de diciembre de 2011

Blogger: Héctor Zagal

No tengo el gusto de conocerte personalmente. No sé cómo eres, desconozco tus cualidades, tus aficiones, tus intereses. Entiendo tu molestia al escuchar las críticas a tu padre, Enrique Peña Nieto. Son gajes del oficio. Deberás irte acostumbrando a los ataques contra él. En una democracia, la crítica es un ejercicio fundamental. Tu padre es una figura pública y, por ende, sus actos serán juzgados con rigor. “¿Por qué son tan duros con él?”, te preguntarás. Bueno, los funcionarios públicos ganan mucho dinero. Hay miles de personas dispuestas a sufrir críticas y cuestionamientos con tal de figurar en la nómina oficial. El sueldo bien vale esos golpes. ¿No?

Pero no es de tu padre de quien quiero hablar, sino de ti. ¿Te confieso algo? Me aterra que hayas utilizado la expresión “hijos de la prole” como un insulto. Insisto, es disculpable que te enfades por la burla hacia tu padre. No me asustaría que los llamaras “babosos”, “tontos”. Es más, no me preocupa el que nos hayas llamado “pendejos”. En cambio, no se puede excusar tu menosprecio a los hijos de los trabajadores, de los obreros.

¿Oíste del escándalo de las Ladies de Polanco? Descalificaron a un policía llamándolo “asalariado”. Algo similar hiciste tú: descalificas a la mitad del país por su condición social. ¿Qué tiene de malo ser hijo de un obrero? Sabes, yo soy nieto de un minero, un proletario. No me da vergüenza decirlo. ¿Te avergonzarías de tu padre si fuese un vendedor de tamales o un plomero?

Tu padre, que ha leído la Biblia, te puede recordar una frase de Jesús en el Evangelio: “De la abundancia del corazón, hablará la boca”. Sin pretenderlo, con tus palabras has revelado tu clasismo. Desprecias el trabajo manual. Minusvaloras a quienes se mantienen con su esfuerzo. ¡Qué tristeza que así piense la hija de un candidato presidencial!

“Hijos de la prole” son, en efecto, quienes estudiaron en escuelas públicas, quienes utilizan el metro, quienes no comen cortes argentinos ni quesos españoles, quienes no utilizan zapatos de miles de pesos, quienes no se atienden en el hospital ABC, quienes no viajan en helicóptero. Los hijos de la prole, por el contrario, deben de hacer largas horas de filas en las clínicas del seguro social, deben de comer carbohidratos (tortillas), deben de estudiar en salones sin computadoras, deben de apretujarse en los transportes públicos. Los hijos de la prole, querida Paulina, ganan en un año lo que tu padre gana en una semana.

Cuando leas estas líneas haz el siguiente ejercicio. Revisa lo que llevas puesto encima: perfume, cremas, desodorante, ropa, zapatos, celulares, aretes. Suma el total.  ¿Sabes que traes encima más de lo que una indígena gana durante un año de trabajo duro?

Paulina, me da terror que pienses así. Tu lapsus reveló tu “realidad”: vives en una burbuja color de rosa. “Hijos de la prole” no es un insulto, sino un título honorable. Este país, que tu padre aspira a gobernar, depende de los obreros, de los campesinos, de los empleados, depende de esas personas a quienes menosprecias.

Ojalá este gravísimo desliz, no sea fruto de la educación que recibiste en casa. Ojalá y sea culpa tuya, fruto de tu arrogancia (tan propia, eso sí, de la clase alta mexicana). ¿Qué será de México si lo llega a gobernar una persona que desprecia al proletariado?

Mira Paulina, me parece que por tu bien, debes inscribirte en una escuela pública, reducir tu escolta al mínimo, tomar el metro en horas pico, y ponerte a trabajar. Por si no lo sabes, muchos de los “hijos de la prole” se pagan sus estudios con su trabajo: los hay campesinos, vendedores, obreros. Algunos trabajan desde niños (ojalá no fuese así, dicho sea de paso).

Paulina, has puesto en riesgo el futuro político de tu padre. Pero lo que es más grave: si los jóvenes pudientes de México piensan como tú, ponen en peligro en riesgo el futuro de México.





lunes, 12 de diciembre de 2011

La amistad como virtud según Aristóteles

[Escrito realizado por Miriam Magdalid Ortega González]

Amigos...  son dos que marchan juntos.
Aristóteles

Aristóteles, en su ética Nicomaquea comparte gran parte de su pensamiento filosófico, el cual incita a debatir sobre temáticas que desde la antigüedad hasta nuestros días no han dejado de poseer relevancia, y una de ellas es la amistad.
Con esta humilde investigación, pobre seguramente, quisiera hacer notar cómo Aristóteles define a la amistad, y cómo es que esta, se valora en la actualidad.
La ética es la parte de la filosofía que atiende al valor de la conducta humana; para el Estagirita, el bien en cuanto a obrar, es el fin supremo al que debe aspirar el hombre, pero no para el beneficio propio solamente, sino en cuanto a un bien social.
Aristóteles trata de aclarar lo que el hombre debe tener presente en su actuar u obrar ético, pues philia es “lo más necesario en la vida”, dicha perspectiva corresponde a las virtudes, ya que el obrar correctamente es partícipe de lo que “está bien”.
Según Aristóteles ninguna de las virtudes morales se origina en nosotros por naturaleza, pues nada de lo que existe por naturaleza puede formar un hábito contrario a su naturaleza.
No dudo que más de alguno opinará que debido a las contradicciones que son inherentes a toda época histórica, se pregunten ¿por qué Aristóteles justificó plenamente a la esclavitud?, pero sólo se puede discernir que la esclavitud formaba parte de un todo social, que a Aristóteles le tocó vivir, como un ciudadano más.
Sin embargo, en los libros VIII y IX de la Ética Nicomaquea nos deja todo un legado que puede ser útil para poder asimilar la amistad como una gran virtud que se debe cultivar, y que desafortunadamente en el período tan complejo que vivimos actualmente parece difícil poder retomarla y considerar que es una virtud. El concepto amigo se deriva de la palabra griega “filos”, de la proposición querido, es decir; acto de amar.
Para Aristóteles las virtudes éticas son aquellas que se desenvuelven en la práctica y que van encaminadas a la consecución de un fin; sirven para la realización del orden de la vida del Estado, una de ellas es la amistad, que desempeña su origen directo en las costumbres y en el hábito, por lo cual pueden llamarse virtudes de hábito o tendencia.
Según Aristóteles la amistad es algo próximo a la virtud y al parecer la virtud es la medida de todas las cosas. La amistad es una de las necesidades más indispensables de la vida, nadie aceptaría estar sin amigos, aún cuando posea todos los demás bienes. Cuando se es joven, se necesita de la amistad para obtener un apoyo o un consejo; y cuando se es viejo, se reclaman los cuidados y auxilios necesarios que se dan por medio de ella.
Aunado a esto, parece que existe una ley natural en el corazón de las personas. Sin embargo, es importante señalar que este sentimiento no está presente  únicamente en los seres humanos, sino también en los animales, aunque su manifestación principal es en el ser humano. En la amistad se encuentra el bien humano y perfecto, la amistad es una necesidad de cada uno por el otro, y este encuentro con el otro nos permite dar amor. Muchos creen que una amistad se da con mayor facilidad cuando ambos son afines,  y otros opinan todo lo contrario. Por eso Sócrates en el diálogo de Lysis o de la amistad opina: “Se desea aquello de que se tiene necesidad…” (PLATÓN, 2005:102).
Es por esto que se ama lo que se desea, es decir, lo que no se tiene y que incluso puede ser completamente opuesto a algo que se necesita, otros opinan que lo semejante es amigo de lo semejante.
Según Aristóteles, existen tres especies de amistad: los que se aman por interés, esto es, por la utilidad que pueden sacar el uno del otro; los que se aman por placer, o que buscan el placer por el mismo placer. Se puede decir que estas son amistades indirectas accidentales. Estas amistades se rompen fácilmente. El tercer tipo de amistad es la perfecta, la de los hombres virtuosos, que se desean el bien en tanto que son buenos.
En la amistad virtuosa, se desea el bien absoluto; por esta razón en el diálogo de la amistad se comenta: “Los verdaderos amigos son los hombres de bien…” (PLATÓN, 2005:93)... (ir al documento completo)

lunes, 5 de diciembre de 2011

¿Quién es ese Lázaro?

[Escrito realizado por Amadeus Estrada Cázares]

I. Introducción.

En este trabajo vamos a tratar de aplicar el método de Paul Ricoer tal como está en “Teoría de la interpretación” al “Lazarillo de Tormes”, el tratado quinto, por ser una obra muy divertida e interesante, tratando de decidir como responder a la siguiente pregunta: ¿Qué tan práctica es la teoría de Paul Ricoer al aplicarse a un texto literario? Ya dije cual va a ser la obra particular que vamos a analizar, pero antes hay que establecer algunas ideas generales sobre que técnicas debemos aplicar para la interpretación. 

II. Paul Ricoer: Primeras consideraciones.

Las primeras consideraciones de Paul Ricoer nos serán de poca utilidad, pues tratan de la diferencia entre habla y lenguaje para los lingüistas, las discusiones entre los lingüistas, y él, de hecho si Paul Ricoer le hubiera querido poner un título preciso a su libro tal vez hubiera sido “Como discutir con los lingüistas” pero el punto principal, que es el que nos interesa es que no todo lo que dice el literato se reduce a puros sentimentalismos, sino que existe también un significado[1].

No vamos a tratar mucho acerca de la dialéctica del acontecimiento, y el sentido, por que ya lo hemos explicado en parte, además no nos será de mucha utilidad, tiene relación con eso que se explicó con anterioridad: el autor de una obra literaria o filosófica no expresa sólo sentimentalismos, o cuestiones pasajeras y subjetivas similares, expresa cuestiones que son significativas para toda la humanidad, por ello muchos hombres se han convertido en “clásicos”.

III. Del habla a la escritura.

El primer tema que se va a tratar es el cambio del habla a la escritura, pues la obra que se pretende analizar es escrita, y no hablada, es una cuestión interesante  porque cuando queremos analizar un texto escrito debemos tomar una actitud distinta que cuando hemos de analizar una tradición oral, el cambio es debido al medio que también cambia, no es lo mismo estar platicando con alguien frente a frente, que un texto queya se ha fijado en un libro port ejemplo: al estar frente a alguien podemos pedir aclaración, podemos ser víctimas de confusiones de la memoria, etcétera. Para entrar en nuestro siguiente apartado diré que las obras escritas se clasifican en géneros ¿por qué es esto?... (ir al documento completo)


[1] Cfr. Ricoer, Paul. “Teoría de la interpretación”. Siglo XXI. México. Tercera edición. Págs. 13-37

jueves, 1 de diciembre de 2011

La Filosofía como medio para abatir el sufrimiento psíquico

[Escrito realizado por Genaro Tolosa Vizcarra]

(aclaro que al sufrimiento orgánico le atañe ser combatido sabiamente por la Ciencia)

Es muy interesante lo que comenta el Profesor Santiago Zamora: la Filosofía o nos hace más felices o más infelices. ¡Permítanseme, antes, las siguientes y a veces hasta vulgares reflexiones! Puede que él tenga razón, al parecer, hay personas que el pensar les hace sufrir más, pues no logran canalizar ciertas pasiones que parecen ser su esencia, que son sus, aparentemente, cadenas irrompibles. Chequemos estos casos: Pascal, Nietzsche y, sobre todo, Cioran.

Todos ellos sufrieron mucho mentalmente y ni se diga físicamente, tal vez, fue el hecho de tener cuerpos muy enfermizos y otros aspectos de su carácter lo que los desquició. El estúpido de Cioran (¡pobrecito, lo traumaron!, su mamá le dijo “mejor te hubiera abortado”; ¡idiota!, yo le hubiera respondido “debí de haber surgido en el útero de alguien que no acostumbra tirar su vida a la basura”) llegó hasta recomendar a todo mundo que el suicidio era el remedio para ser, por fin, felices; ser feliz para él es no padecer esa idea nada cómoda de que estiraremos la pata, obvia opción teórica eligió (muriendo cobardemente como viejo no predicó con el ejemplo), pues morir es ya no estar pensando en eso, pero es también dejar ir, probablemente y antes de tiempo, el regalo poderoso que es nuestra vida. El imbécil y terco que no entienda de una vez por todas que la vida es menos goce físico que sufrimiento físico que se pegue un balazo, ¡qué deje de estar robando aire! ¡Dense cuenta que es posible, en cambio, gozar mucho mentalmente y sufrir poco al respecto, si somos astutos!

Si somos capaces de apasionarnos, en gran medida, por los goces espirituales y conocemos lo suficiente los móviles de nuestra conducta, podremos sufrir mucho físicamente pero muy poco mentalmente, es de esta manera que la vida siempre vale la pena, pues goces a su alcance todavía quedan. Quien basa su vida en disfrutar de unas cuantas miserables aspiraciones, las relacionadas sólo con el organismo y no en buena medida con la mente, está destinado a querer tener la soga al cuello muy pronto.

¿Es insoportable saber que nos vamos a morir? Acéptenlo. ¡Acéptenlo! ¡Sí!, somos un cuerpo, pero también somos más que eso, somos un engranaje psíquico-físico más de una maquinota infinita llamada Naturaleza. Definitivo, nuestro cuerpo muere, pero nuestras acciones son eternas; sin nuestra existencia y muerte, ¿cuántos fenómenos gracias a nosotros no llegarían a existir? Todos terminamos siendo algo así como “primeros motores” de muchísimos seres.

El sufrimiento físico es algo irremediable estando vivos, sea en la salud, en la enfermedad o en el último suspiro; el sufrimiento mental corre demasiado a cuenta de nosotros. Es nuestra poca humildad y nuestra mediocre postura ante la vida lo que nos hace sufrir tanto al pensar (esta actitud es la más común, por eso a la mayoría de la gente no le gusta pensar). Dejemos de lado esa creencia de que somos sólo individuos, somos también la Humanidad, somos también la Naturaleza. Sin los demás es muy poco posible ser lo que somos, sin la Naturaleza, ¡imposible!; no es posible ser, entonces, sin formar parte de tales seres. Lo que hace posible nuestro ser es lo que somos: conciencia-organismo, otras conciencias-organismos y todo los demás entes que nos rodean.

Este enfoque nos permite ser felices por lo que logramos para nosotros mismos, para los demás y para el Universo. Al morir, hay que irnos contentos por lo que hicimos por el individuo que fuimos, pero nuestra felicidad puede ser indescriptible cuando nos damos cuenta de que, ¡verdad incómoda!, nuestro organismo quedó para el olvido inmediato, además de todos sus fascinantes y gozosos instintos, pero no así la Humanidad que tanto quisimos, y mucho menos le pasaría eso al ser más bello que es la Naturaleza, ¡ella, de una u otra manera, sí seguirá para siempre! Y si logramos identificarnos plenamente con tales seres, ¡voilà!, somos conscientemente tales seres, por lo tanto, también seguiremos existiendo de diferente modo (o por lo menos nos vamos con una útil y muy feliz idea al morir, pero sin la actitud pasiva y tan ingenua de los que creen en vidas corrientes después de la muerte).

El Panteísmo (bendita concepción filosófica) es el mejor remedio para toda aflicción causada por el pánico ridículo hacia la muerte, además de ser la posición existencial que obedece más a la verdad. El Teísmo (incluyendo a los religiosos y deístas creyentes de una o varias deidades antropomórficas) nunca nos termina por convencer. No hay, por lo general, teísta que no albergue dudas de sus siempre refutables creencias; ¡véanse como se aferran a la vida en sus lechos de muerte! Y del Ateísmo (agnósticos incluidos) no hay mucho que comentar, ¡vaya que suelen sufrir muchísimo esos el pensar morir!, ¡por más que pretendan negarlo!; ¡mejor que ni anden pensando en eso!, lo mejor para ellos es morirse en un instante (¡qué remedio!, camarada Marx, debiste de haberte quedado también con el Panteísmo de tu viejo Hegel)

El hombre, con su terquedad consciente y, sobre todo, inconsciente de negar su finitud corpórea, ha logrado hacerse sufrir más de la cuenta. ¿En nuestro pasado nómada sufríamos lo que sufrimos ahora?, ¡para nada!, la Naturaleza nos mataba en un dos por tres; “gracias” a nuestra necedad que llega a hacer mal uso de la tecnología actual, terminamos muriendo en inhumanos hospitales, con inhumanos tratamientos, alargando muchas veces agonías que no deberían de seguir dando lata: ¡sólo es cuestión de decir “ya es hora de dejarle a la Naturaleza que haga su último trabajo conmigo”!, en lugar de estar ahí esperando lo inevitable, cual Gustavo Cerati (despierte o no de su coma no justifica tratar de salvarlo a él en vez de, seguramente, a otros seres humanos nada billetudos ni famosos). 

Por último, ante los achacosos de Pascal, Nietzsche y Cioran (tal vez el problema de sus vidas fue cuánto sufrimiento físico puede permitir al menos el goce espiritual), surge un triunfador que a pesar de todo terminó amando la vida, con todo y sonrisas: Stephen Hawking. No le quedó de otra que amar con pasión a la Naturaleza, revelando sus secretos; su vida sería un infierno que pocos seres humanos podrían soportar (en general, más por sus convicciones que por su potencial, a mi parecer), he ahí su grandeza. Es en estos casos comentados, donde los Filósofos son los que deben de seguir el ejemplo de vida de los Científicos. Son otros los Filósofos, los que sí supieron ser felices gracias a la Filosofía, a quienes la vida no los amargó, y a pesar de las verdades incómodas, nunca les faltaron pretextos para sonreír (¡ellos sí fueron humildes!); los que llegaron apasionadamente a comprender también y muy bien algo del Universo en que vivieron: ¡Vivan Descartes, Spinoza y Hegel!