[Escrito realizado por
Rafael Salazar Prieto]
Ocurrió en los pasillos de
un congreso. Mi amigo se encontraba platicando con ella mientras se tomaban un
vaso de vino tinto. Al comienzo me acerqué por mi amigo, pero cuando me fijé en
ella, me pareció realmente atractiva. Su cabello era negro, largo y lacio; sus
ojos grandes, oscuros y un poco rasgados; delgada, de piel morena y de
aproximadamente 170 cm. de estatura.
Llegué saludando a mi
amigo y entrando en la conversación que tenían, como era de otro lado, giraba en torno de las cosas que hacía por allá. Cuando la escuché,
me pareció su voz melodiosa, ya que su tono de voz era diferente por ser de
otra parte. En pocas palabras, me pareció toda una belleza exótica.
Estuvimos platicando y
tomando un rato, hasta que un profesor nos invitó a un bar. Ya que salíamos del
congreso, le puse el brazo por encima del hombro y le pregunté:
Yo: ¿No hay problema si te
abrazo?
Ella: … (Silencio)
No me comentó nada, como
que no se lo esperaba. Pero no tardé mucho en notar el efecto, porque en un momento
después, mi amigo me dice:
Mi amigo: Mira a esas
chicas, ¡están preciosas!
Ella: Que les hable él
(refiriéndose a mí).
Llegando al bar, me senté
entre mi amigo y ella. Platicando con ella me acordé de una estrofa que había
escrito en una noche de delirio, que se ajustaba perfectamente a la situación,
y le dije:
Yo: Me estoy acordando de
una estrofa que escribí, que por cierto, se ajusta a la ocasión.
Ella: A ver, dímela.
Yo:
"Tu dulce y suave boca
empapada en tinto vino;
el aroma de tus labios es
tan fino
que al que lo percibe le
provoca
unas ansias de galán o de
asesino,
extraña sensación de afán
divino
que entra en pecho y alma
toca."
En el momento no pasó gran
cosa. Pero después del bar, seguimos tomando mi amigo y yo en el departamento
que estaba rentando ella. Seguimos platicando hasta deshoras de la madrugada y
todo estaba aparentemente tranquilo, pero a mi amigo le dieron ganas de ir al
baño, y nos quedamos solos, ella y yo. Me encontraba sentado y cruzado de
piernas junto a su cama mientras que ella se servía un poco de vino tinto, y en
eso, me pregunta:
Ella: ¿Te sirvo?
Yo: No, gracias, estoy
esperando a que amanezca para irme.
Ella: ¿Te puedo hacer una
pregunta?
Yo: ¡Claro que sí! Dime.
Ella: ¿Te puedo dar un
beso?
Yo: Bueno, está bien.
Se sentó en mis piernas y
comenzó a besar mis labios, y… Lo demás se los dejo a la imaginación.
Buena mi imaginación me dice, que salió tu amigo del baño y los cachos en plena unión de ombligos, aunque también se pudo haber quedado dormido en el baño ¿no? Saludos
ResponderEliminar