jueves, 9 de agosto de 2012

Rivera, El hombre en la encrucijada


Diego María de la Concepción Juan Nepomuceno Estanislao de la Rivera y Barrientos Acosta y Rodríguez, o simplemente Diego Rivera, forma parte junto a Siqueiros (José de Jesús Alfaro Siqueiros mejor conocido como David Alfaro Siqueiros) y Orozco (José Clemente Ángel Orozco Flores) -me copan los nombres mexicanos completos (¿?)- del trío de muralistas más famosos de México y del mundo. Lamentablemente cuando viajé a tierras mayas y aztecas no pude ver nada de ellos, pero sí disfruté en Mérida, y por varios minutos, de algunos murales de otros artistas (que desconocía y desconozco) que hicieron que me interese en este particular movimiento artístico.

No era (ni soy) un experto en muralismo ni mucho menos (ni siquiera en ningún otro tipo de movimiento pictórico) así que cuando decidí ponerme a buscar información, empecé por lo más obvio: Diego Rivera, del que por ese entonces sólo sabía que era "un pintor" y que había sido el esposo de Frida Kahlo. Y lo primero que me llamó la atención más allá de su ideología comunista y los motivos que pintaba, fue un mural llamado El hombre en la encrucijada (1934) y la historia de esa pintura.

Resulta que en la década del 30, Rivera fue invitado a realizar varias obras a Estados Unidos, país que se encontraba intentando salir de la gran crisis del sistema capitalista del 29 a puras políticas keynesianas, construcción de carreteras y proyectos monumentales. Uno de ellos fue el Rockefeller Center de Nueva York, un complejo de rascacielos en el corazón de Manhattan. El megaproyecto del millonario John D. Rockefeller Jr. pretendía ser una ciudad dentro de la ciudad, con tiendas, oficinas, viviendas, jardines, etc. Y como todo megaproyecto que se precie de tal (¿?) su amplio hall debía tener una pintura que represente la grandeza del hombre y su determinación para lograr lo imposible a fuerza del trabajo, la cooperación, la convicción, sarasa. Su hijo Nelson Rockefeller intentó en principio contratar a Matisse y a Picasso para la obra, pero ambos no se encontraban disponibles (o tal vez ni les interesó). Y como Rivera estaba esponsoreado por el MoMA, museo patrocinado por la mujer de Rockefeller, le comisionaron la obra...

En 1933 Rivera se entrevistó con Nelson Rock, quien le contó que quería que la pintura "dejara perpleja a la gente que la viera, y que la haga pensar". Rivera le presentó unos bocetos y apenas se los aceptaron, se puso manos a la obra. "Man at the Crossroads Looking with Hope and High Vision to the Choosing of a New and Better Future" se llamaría el mural. La crítica, la prensa y los colegas que pasaban a saludar y echar un vistazo mientras Rivera pintaba, no hicieron otra cosa que elogiar el trabajo y considerar el mural como una obra maestra. Cuando faltaba poco para su finalización, Rivera decidió incluir un particular personaje en la pintura: dibujó y pintó, en un lugar preeminente del mural, un retrato de Lenin, jefe del Partido Comunista Soviético. Las reacciones no se hicieron esperar, y la noticia llegó a Rockefeller, quién vio el retrato como un insulto y ordenó a Rivera que lo saque. Obviamente Diego no quiso. Entonces el millonarío mandó pagarle al artista como si hubiera concluido la obra, lo echó de su edificio y ordenó que se tape el mural y luego que se destruya.

Rivera volvió a México un poco ofuscado, pero otro poco conforme con su decisión de no quitar a Lenin y porque a pesar de que su pintura haya sido cubierta, al mismo tiempo dejó al descubierto una vez más que si hay algo que brilla por su ausencia en el país de la libertad, es justamente la libertad (¿?).  Claro que el amigo Nepomuceno no se iba a quedar de brazos cruzados, y aprovechó el trabajo realizado, los estudios y bocetos, y al año siguiente pintó el mismo mural en el Palacio de Bellas Artes del DF y lo llamó "El Hombre, controlador del Universo".


En el mural podemos ver al Hombre, el trabajador, en el centro de la composición, como parte fundamental y controladora de la tecnología, del Universo y de su destino, con hélices por detrás que asemejan alas de libélula y representan el micro y macrocosmos, las enfermedades y bacterias y el cielo y los astros. El hombre se muestra como controlador de esa maquinaria y lleva la vista en alto, hacia el futuro. Como contrapunto a todo ese engranaje que lleva a sus espaldas, Rivera pintó debajo unas plantas, trigo, frutas, etc., en clara señal de subordinación de la Naturaleza al Hombre.

La pintura está dividida en dos. Por un lado, a la derecha del Hombre (nuestra izquierda), se ve el mundo capitalista, dominado por una figura clásica (¿griega?) sin manos, amenazante, casi omnipotente, con un crucifijo colgado del cuello. Esto es obviamente una referencia a la Iglesia como herramienta para la opresión de la gente y al servicio del Capitalismo. A sus espaldas un ejército enmascarado avanza apoyado por aviones militares. Debajo, una de las imágenes más polémicas de la pintura: la Policía montada de Nueva York reprime y golpea a trabajadores, a gente que pide comida. En la esquina inferior derecha se ve claramente a Darwin, gente "bien vestida", y casi al centro, una postal de los "años locos" y el derroche: damas y caballeros beben martinis y juegan a las cartas en lo que pareciera ser un bar o club nocturno. Aquí Diego Rivera incluyó a un personaje que no estaba en el mural original: junto a las enfermedades de transmisión sexual, se lo puede ver a Rockefeller tomándole la mano a una señorita...

Del otro lado del mural, Rivera plasmó su mundo ideal (¿?). Resalta la figura reconocible de Lenin, que toma de la mano al pueblo de varias razas y profesiones. A su lado, asoman unas jóvenes vestidas de blanco con los pelos al viento (¿paz? ¿esperanza?). Arriba, un ejército de trabajadores marcha con banderas rojas junto con hombres y mujeres con pañuelos en la cabeza. De nuevo varias razas, varias edades. Otra estatua clásica domina la escena de este lado, pero aquí está decapitada (su cabeza es usada por los trabajadores para sentarse sobre ella, abajo a la derecha). A sus pies, Trotsky, Engels y Marx acompañan al los trabajadores. "La producción debe ser de los productores, no de los explotadores", repetía Rivera hasta el cansancio. No hay que pensar demasiado para darnos cuenta porqué Rockefeller ordenó su destrucción. No iba a permitir que una pintura con esa simbología permanezca mucho tiempo en la Meca del Capitalismo.

Obviamente si se quiere, y si se sabe un poco de historia, de arte y de historia del arte, se pueden hacer más y mejores análisis e interpretaciones que lo que acabo de escribir. La idea fue contarles la historia y despertar un leve interés en Rivera, sus pinturas y el muralismo mexicano.

Como dije, el mural está en el Palacio de Bellas Artes de México, D.F., así que si algún día están de visita por allí, dense una vuelta.
ro.
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