Diego María de la Concepción Juan Nepomuceno Estanislao de
la Rivera y Barrientos Acosta y Rodríguez, o simplemente Diego Rivera, forma
parte junto a Siqueiros (José de Jesús Alfaro Siqueiros mejor conocido como
David Alfaro Siqueiros) y Orozco (José Clemente Ángel Orozco Flores) -me copan
los nombres mexicanos completos (¿?)- del trío de muralistas más famosos de
México y del mundo. Lamentablemente cuando viajé a tierras mayas y aztecas no
pude ver nada de ellos, pero sí disfruté en Mérida, y por varios minutos, de
algunos murales de otros artistas (que desconocía y desconozco) que hicieron
que me interese en este particular movimiento artístico.
No era (ni soy) un experto en muralismo ni mucho menos (ni
siquiera en ningún otro tipo de movimiento pictórico) así que cuando decidí
ponerme a buscar información, empecé por lo más obvio: Diego Rivera, del que
por ese entonces sólo sabía que era "un pintor" y que había sido el
esposo de Frida Kahlo. Y lo primero que me llamó la atención más allá de su
ideología comunista y los motivos que pintaba, fue un mural llamado El hombre
en la encrucijada (1934) y la historia de esa pintura.
Resulta que en la década del 30, Rivera fue invitado a
realizar varias obras a Estados Unidos, país que se encontraba intentando salir
de la gran crisis del sistema capitalista del 29 a puras políticas keynesianas,
construcción de carreteras y proyectos monumentales. Uno de ellos fue el
Rockefeller Center de Nueva York, un complejo de rascacielos en el corazón de
Manhattan. El megaproyecto del millonario John D. Rockefeller Jr. pretendía ser
una ciudad dentro de la ciudad, con tiendas, oficinas, viviendas, jardines,
etc. Y como todo megaproyecto que se precie de tal (¿?) su amplio hall debía
tener una pintura que represente la grandeza del hombre y su determinación para
lograr lo imposible a fuerza del trabajo, la cooperación, la convicción,
sarasa. Su hijo Nelson Rockefeller intentó en principio contratar a Matisse y a
Picasso para la obra, pero ambos no se encontraban disponibles (o tal vez ni
les interesó). Y como Rivera estaba esponsoreado por el MoMA, museo patrocinado
por la mujer de Rockefeller, le comisionaron la obra...
En 1933 Rivera se entrevistó con Nelson Rock, quien le contó
que quería que la pintura "dejara perpleja a la gente que la viera, y que
la haga pensar". Rivera le presentó unos bocetos y apenas se los
aceptaron, se puso manos a la obra. "Man at the Crossroads Looking with Hope and High Vision to the
Choosing of a New and Better Future" se llamaría el mural. La crítica,
la prensa y los colegas que pasaban a saludar y echar un vistazo mientras
Rivera pintaba, no hicieron otra cosa que elogiar el trabajo y considerar el
mural como una obra maestra. Cuando faltaba poco para su finalización, Rivera
decidió incluir un particular personaje en la pintura: dibujó y pintó, en un
lugar preeminente del mural, un retrato de Lenin, jefe del Partido Comunista
Soviético. Las reacciones no se hicieron esperar, y la noticia llegó a
Rockefeller, quién vio el retrato como un insulto y ordenó a Rivera que lo
saque. Obviamente Diego no quiso. Entonces el millonarío mandó pagarle al
artista como si hubiera concluido la obra, lo echó de su edificio y ordenó que
se tape el mural y luego que se destruya.
Rivera volvió a México un poco ofuscado, pero otro poco
conforme con su decisión de no quitar a Lenin y porque a pesar de que su
pintura haya sido cubierta, al mismo tiempo dejó al descubierto una vez más que
si hay algo que brilla por su ausencia en el país de la libertad, es justamente
la libertad (¿?). Claro que el amigo
Nepomuceno no se iba a quedar de brazos cruzados, y aprovechó el trabajo
realizado, los estudios y bocetos, y al año siguiente pintó el mismo mural en
el Palacio de Bellas Artes del DF y lo llamó "El Hombre, controlador del Universo".
En el mural podemos ver al Hombre, el trabajador, en el
centro de la composición, como parte fundamental y controladora de la
tecnología, del Universo y de su destino, con hélices por detrás que asemejan
alas de libélula y representan el micro y macrocosmos, las enfermedades y
bacterias y el cielo y los astros. El hombre se muestra como controlador de esa
maquinaria y lleva la vista en alto, hacia el futuro. Como contrapunto a todo
ese engranaje que lleva a sus espaldas, Rivera pintó debajo unas plantas,
trigo, frutas, etc., en clara señal de subordinación de la Naturaleza al
Hombre.
La pintura está dividida en dos. Por un lado, a la derecha
del Hombre (nuestra izquierda), se ve el mundo capitalista, dominado por una
figura clásica (¿griega?) sin manos, amenazante, casi omnipotente, con un
crucifijo colgado del cuello. Esto es obviamente una referencia a la Iglesia
como herramienta para la opresión de la gente y al servicio del Capitalismo. A
sus espaldas un ejército enmascarado avanza apoyado por aviones militares.
Debajo, una de las imágenes más polémicas de la pintura: la Policía montada de
Nueva York reprime y golpea a trabajadores, a gente que pide comida. En la
esquina inferior derecha se ve claramente a Darwin, gente "bien vestida",
y casi al centro, una postal de los "años locos" y el derroche: damas
y caballeros beben martinis y juegan a las cartas en lo que pareciera ser un
bar o club nocturno. Aquí Diego Rivera incluyó a un personaje que no estaba en
el mural original: junto a las enfermedades de transmisión sexual, se lo puede
ver a Rockefeller tomándole la mano a una señorita...
Del otro lado del mural, Rivera plasmó su mundo ideal (¿?).
Resalta la figura reconocible de Lenin, que toma de la mano al pueblo de varias
razas y profesiones. A su lado, asoman unas jóvenes vestidas de blanco con los
pelos al viento (¿paz? ¿esperanza?). Arriba, un ejército de trabajadores marcha
con banderas rojas junto con hombres y mujeres con pañuelos en la cabeza. De
nuevo varias razas, varias edades. Otra estatua clásica domina la escena de
este lado, pero aquí está decapitada (su cabeza es usada por los trabajadores
para sentarse sobre ella, abajo a la derecha). A sus pies, Trotsky, Engels y
Marx acompañan al los trabajadores. "La producción debe ser de los
productores, no de los explotadores", repetía Rivera hasta el cansancio.
No hay que pensar demasiado para darnos cuenta porqué Rockefeller ordenó su
destrucción. No iba a permitir que una pintura con esa simbología permanezca
mucho tiempo en la Meca del Capitalismo.
Obviamente si se quiere, y si se sabe un poco de historia,
de arte y de historia del arte, se pueden hacer más y mejores análisis e
interpretaciones que lo que acabo de escribir. La idea fue contarles la
historia y despertar un leve interés en Rivera, sus pinturas y el muralismo
mexicano.
Como dije, el mural está en el Palacio de Bellas Artes de
México, D.F., así que si algún día están de visita por allí, dense una vuelta.
ro.
roy .
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