jueves, 1 de diciembre de 2011

La Filosofía como medio para abatir el sufrimiento psíquico

[Escrito realizado por Genaro Tolosa Vizcarra]

(aclaro que al sufrimiento orgánico le atañe ser combatido sabiamente por la Ciencia)

Es muy interesante lo que comenta el Profesor Santiago Zamora: la Filosofía o nos hace más felices o más infelices. ¡Permítanseme, antes, las siguientes y a veces hasta vulgares reflexiones! Puede que él tenga razón, al parecer, hay personas que el pensar les hace sufrir más, pues no logran canalizar ciertas pasiones que parecen ser su esencia, que son sus, aparentemente, cadenas irrompibles. Chequemos estos casos: Pascal, Nietzsche y, sobre todo, Cioran.

Todos ellos sufrieron mucho mentalmente y ni se diga físicamente, tal vez, fue el hecho de tener cuerpos muy enfermizos y otros aspectos de su carácter lo que los desquició. El estúpido de Cioran (¡pobrecito, lo traumaron!, su mamá le dijo “mejor te hubiera abortado”; ¡idiota!, yo le hubiera respondido “debí de haber surgido en el útero de alguien que no acostumbra tirar su vida a la basura”) llegó hasta recomendar a todo mundo que el suicidio era el remedio para ser, por fin, felices; ser feliz para él es no padecer esa idea nada cómoda de que estiraremos la pata, obvia opción teórica eligió (muriendo cobardemente como viejo no predicó con el ejemplo), pues morir es ya no estar pensando en eso, pero es también dejar ir, probablemente y antes de tiempo, el regalo poderoso que es nuestra vida. El imbécil y terco que no entienda de una vez por todas que la vida es menos goce físico que sufrimiento físico que se pegue un balazo, ¡qué deje de estar robando aire! ¡Dense cuenta que es posible, en cambio, gozar mucho mentalmente y sufrir poco al respecto, si somos astutos!

Si somos capaces de apasionarnos, en gran medida, por los goces espirituales y conocemos lo suficiente los móviles de nuestra conducta, podremos sufrir mucho físicamente pero muy poco mentalmente, es de esta manera que la vida siempre vale la pena, pues goces a su alcance todavía quedan. Quien basa su vida en disfrutar de unas cuantas miserables aspiraciones, las relacionadas sólo con el organismo y no en buena medida con la mente, está destinado a querer tener la soga al cuello muy pronto.

¿Es insoportable saber que nos vamos a morir? Acéptenlo. ¡Acéptenlo! ¡Sí!, somos un cuerpo, pero también somos más que eso, somos un engranaje psíquico-físico más de una maquinota infinita llamada Naturaleza. Definitivo, nuestro cuerpo muere, pero nuestras acciones son eternas; sin nuestra existencia y muerte, ¿cuántos fenómenos gracias a nosotros no llegarían a existir? Todos terminamos siendo algo así como “primeros motores” de muchísimos seres.

El sufrimiento físico es algo irremediable estando vivos, sea en la salud, en la enfermedad o en el último suspiro; el sufrimiento mental corre demasiado a cuenta de nosotros. Es nuestra poca humildad y nuestra mediocre postura ante la vida lo que nos hace sufrir tanto al pensar (esta actitud es la más común, por eso a la mayoría de la gente no le gusta pensar). Dejemos de lado esa creencia de que somos sólo individuos, somos también la Humanidad, somos también la Naturaleza. Sin los demás es muy poco posible ser lo que somos, sin la Naturaleza, ¡imposible!; no es posible ser, entonces, sin formar parte de tales seres. Lo que hace posible nuestro ser es lo que somos: conciencia-organismo, otras conciencias-organismos y todo los demás entes que nos rodean.

Este enfoque nos permite ser felices por lo que logramos para nosotros mismos, para los demás y para el Universo. Al morir, hay que irnos contentos por lo que hicimos por el individuo que fuimos, pero nuestra felicidad puede ser indescriptible cuando nos damos cuenta de que, ¡verdad incómoda!, nuestro organismo quedó para el olvido inmediato, además de todos sus fascinantes y gozosos instintos, pero no así la Humanidad que tanto quisimos, y mucho menos le pasaría eso al ser más bello que es la Naturaleza, ¡ella, de una u otra manera, sí seguirá para siempre! Y si logramos identificarnos plenamente con tales seres, ¡voilà!, somos conscientemente tales seres, por lo tanto, también seguiremos existiendo de diferente modo (o por lo menos nos vamos con una útil y muy feliz idea al morir, pero sin la actitud pasiva y tan ingenua de los que creen en vidas corrientes después de la muerte).

El Panteísmo (bendita concepción filosófica) es el mejor remedio para toda aflicción causada por el pánico ridículo hacia la muerte, además de ser la posición existencial que obedece más a la verdad. El Teísmo (incluyendo a los religiosos y deístas creyentes de una o varias deidades antropomórficas) nunca nos termina por convencer. No hay, por lo general, teísta que no albergue dudas de sus siempre refutables creencias; ¡véanse como se aferran a la vida en sus lechos de muerte! Y del Ateísmo (agnósticos incluidos) no hay mucho que comentar, ¡vaya que suelen sufrir muchísimo esos el pensar morir!, ¡por más que pretendan negarlo!; ¡mejor que ni anden pensando en eso!, lo mejor para ellos es morirse en un instante (¡qué remedio!, camarada Marx, debiste de haberte quedado también con el Panteísmo de tu viejo Hegel)

El hombre, con su terquedad consciente y, sobre todo, inconsciente de negar su finitud corpórea, ha logrado hacerse sufrir más de la cuenta. ¿En nuestro pasado nómada sufríamos lo que sufrimos ahora?, ¡para nada!, la Naturaleza nos mataba en un dos por tres; “gracias” a nuestra necedad que llega a hacer mal uso de la tecnología actual, terminamos muriendo en inhumanos hospitales, con inhumanos tratamientos, alargando muchas veces agonías que no deberían de seguir dando lata: ¡sólo es cuestión de decir “ya es hora de dejarle a la Naturaleza que haga su último trabajo conmigo”!, en lugar de estar ahí esperando lo inevitable, cual Gustavo Cerati (despierte o no de su coma no justifica tratar de salvarlo a él en vez de, seguramente, a otros seres humanos nada billetudos ni famosos). 

Por último, ante los achacosos de Pascal, Nietzsche y Cioran (tal vez el problema de sus vidas fue cuánto sufrimiento físico puede permitir al menos el goce espiritual), surge un triunfador que a pesar de todo terminó amando la vida, con todo y sonrisas: Stephen Hawking. No le quedó de otra que amar con pasión a la Naturaleza, revelando sus secretos; su vida sería un infierno que pocos seres humanos podrían soportar (en general, más por sus convicciones que por su potencial, a mi parecer), he ahí su grandeza. Es en estos casos comentados, donde los Filósofos son los que deben de seguir el ejemplo de vida de los Científicos. Son otros los Filósofos, los que sí supieron ser felices gracias a la Filosofía, a quienes la vida no los amargó, y a pesar de las verdades incómodas, nunca les faltaron pretextos para sonreír (¡ellos sí fueron humildes!); los que llegaron apasionadamente a comprender también y muy bien algo del Universo en que vivieron: ¡Vivan Descartes, Spinoza y Hegel!


4 comentarios:

  1. ¡Ups!... algo corrosivo el estilo de este texto... ya no vuelvo a escribir mientras leo la "Miseria de la Filosofía", esa más que llevada crítica de Marx hacia a Proudhon, ¡jajaja!...

    ResponderEliminar
  2. tienes razón! me gusta tu reflexión, pues yo también creo en el panteísmo y lo maravillosa que es la Naturaleza con el humano; lo que no se puede comprender es porque tantas personas se aferran tanto a la vida y sobre todo si ya es su hora para dejar de sufrir físicamente, pero lo más padre es conocer tu postura y por supuesto la de estos grandes personajes para poder criticarlas o aprender a discernir porqué consideraron la vida de esta manera...
    atte: Miriam

    ResponderEliminar
  3. Me da la impresión de relacionar la parte del sufrimiento, casi en exclusividad con el fenómeno de la muerte, y en contraste, la parte de la felicidad, con la superación de esta idea, o con el gozo de la vida, todo esto en relación con la frase del estimado profesor Santiago. En efecto, a veces parece que nos gusta jugar con lo inevitable, y parece que nuestras intenciones son en efecto, sea como sea, cueste lo que cueste, pensar que nuestra vida, que inicia y acaba, ha sido de provecho, ayer precisamente veía como por 50tava ocasión la película Gladiador (de mis favoritas) y leyendo recordé lo que le dice Marco Aurelio a Máximo: “cuando estamos a punto de morir, es inevitable que pensemos si es que nuestra vida ha tenido sentido” se podría incluso pensar que probablemente las más bellas obras de arte y los grandes avances de la humanidad significan un atisbo de egoísmo de parte del humano en turno que tenía la oportunidad de grabar su nombre para la posteridad (no estoy en contra de esto desde luego, porque en primera, no cualquiera lo consigue), pero parece que estos temas nos hacen ver una cosa: que seguridad en nuestras conclusiones… nunca la tendremos, digo esto porque, (ya que me puse peliculero, continuaré con ejemplos de películas), por ejemplo, si recordamos aquella película basada en el hombre murciélago, una vez que Joker parece un tipo difícil de controlar, Alfred le recuerda a Wayne, que probablemente la dificultad de atrapar a un hombre como joker, recaía en el hecho de que las acciones de éste, no tenían un fin propiamente egoísta, o para beneficio de él, sino simplemente las hacía, por hacer, cosa que queda comprobada cuando Batman intenta sacarle información golpeándolo brutalmente y joker burlándose le dice algo así como: “no puedes lograr nada con toda tu fuerza, no tienes nada, ¡nada! con que amenazarme, si quieres conseguir algo tendrás que jugar con mis reglas”…y cuales eran esas regla ¿? … que no había reglas… en fin… ya que se hacía énfasis en el asunto de la Huesuda, me quedo con una frase de mi maestro (entiéndase, Schopenhauer): “… no tenemos que investigar el pasado anterior a la vida ni el futuro después de la muerte, porque solo podemos conocer el presente, forma única en que la voluntad se manifiesta…Lo que nos infunde pavor en la muerte es el aniquilamiento del individuo, POR SER ASÍ COMO LA CONCEBIMOS, y el individuo, que es la voluntad de vivir en su única objetivación, se rebela con todo su ser contra la muerte.”…de la nada venimos y a la nada nos dirigimos. Saludos

    ResponderEliminar
  4. Sí, el escrito se dirigió demasiado a lo de andar pensando en la catrina, mi pretexto es el haberme encontrado con algo del pensamiento pesimista a más no poder de Cioran, por cierto, Schopenhauer le queda corto, jajaja... Ya que andamos peliculeros (qué feo se oye, jajaja) y debido a tu frase "de la nada venimos y a la nada nos dirigimos", he aquí un enlace para ver la opinión , al respecto, de los Monty Phyton (a lo mejor ya has visto ese final de cierta película, Isra):

    http://youtu.be/GDdao9I5C38

    (Canción: Always look on the bright side of life)

    ResponderEliminar